CEMENTERIO CENTRAL
La fiesta de la muerte es generadora de múltiples lecturas. Cada individuo elabora una significación personal y autónoma de ella. Sin embargo, pocos piensan en su valor testimonial, que actúa como retrato del desarrollo, la historia y la cultura del país. El Cementerio Central de Bogotá nos transporta a una urbe que a pesar de estar habitada por difuntos tiene vida propia.
A mediados del siglo XVI, el hospital San Juan de Dios fracasó en su intento de sepultar a los muertos y de evitar la posible propagación de epidemias. Para la época, los difuntos eran enterrados especialmente en los conventos y en las iglesias, situación que agravó las condiciones de salubridad, sobre todo en las zonas urbanas. Finalmente el 30 de abril 1787 se prohíbe esta forma de inhumación por orden del rey Carlos II de España.
En 1791 se construye La Pepita, primer cementerio local trazado por el ingeniero Domingo Esquiaqui. Su plano se reutilizaría en 1825 para el levantamiento de otro campo santo para la ciudad, El Cementerio Central. El gobernador de Cundinamarca Rufino Cuervo y el general Francisco de Paula Santander promoverían, a través de un mandato del Cabildo, su creación con el objetivo de sepultar a los ingleses caídos en las batallas por la independencia de Colombia y para que atendiera las necesidades de Bogotá.
Desde 1825 hasta la actualidad han transcurrido 181 años, y a pesar del tiempo una constante es la lucha de clases, que ni siquiera a la hora de la muerte pierde vigencia. Su estructura arquitectónica muestra marcadas diferencias: El Globo A, o zona VIP está constituida por la elipse y el trapecio. Allí se tomó la parte cubierta para los más adinerados. El Globo B, o la zona de gramilla, albergaba a los más desfavorecidos y el Globo C, o de preferencia, asilaba a los N.N. en las fosas comunes, hoy extintas y recordadas bajo los predios del actual Parque del Renacimiento.
En todos sus rincones se evidencian múltiples homenajes de los vivos para los muertos representados en esculturas, bronces y mausoleos. Claudia Parada, estudiante de diseño gráfico y fotógrafa afirmó: "El Cementerio Central reúne oportunamente lo mejor del arte pasado y presente. En él encontramos claros ejemplos de arquitectura neoclásica, acompañada de mausoleos a la usanza griega y romana".
De manera natural y con el tiempo este sitio se ha constituido en un verdadero museo recreado por manifestaciones plásticas de todas las tendencias. Un valor agregado en el campo de la estética es su forma elíptica, ya que la generalidad de los cementerios posee forma cuadrada, y que esta propuesta arquitectónica de hacerlos redondos va a tener eco en Medellín con el cementerio San Pedro.
El trágico momento de la muerte del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán también está estrechamente ligado a la historia que cuenta el Cementerio Central. Don Luis Piedrahita, comerciante de flores de la zona recuerda que era imposible contar los cadáveres que se depositaron en las fosas comunes: "Las volquetas entraban y depositaban los cuerpos sin vida en las fosas de las galerías... después tapaban".
Muchos de los seres que perdieron su vida el 9 de abril de 1948 y que fueron sepultados durante los días del Bogotazo se encuentran bajo el suelo del Parque del Renacimiento. Un campo santo que sólo reposa en el recuerdo de quienes conocen los sucesos.
Los comerciantes de la zona, en su mayoría herederos de negocios de familia, exaltan el valor histórico de la necrópolis a partir de la presencia de personajes de la vida nacional como: Gonzalo Jiménez de Quesada, el general Francisco de Paula Santander, José Asunción Silva, Enrique Olaya Herrera, Gustavo Rojas Pinilla, Rafael Uribe Uribe, Luis Carlos Galán, Álvaro Gómez Hurtado, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal, Julio César Turbay entre otros.
El Cementerio Central está ubicado en la localidad de los Mártires. Lo rodea la Avenida el Dorado y la calle 24. Al costado occidental limita con la transversal 17 y al oriente con la carrera 20 en el corazón de la urbe. Para muchos resultaría difícil concebir su imagen hace tres siglos, lejos de la zonas urbanas y en un antiguo camino a Engativá.
En el presente permanece plantado profundamente en la piel de la metrópoli, rodeado por industrias, oficinas y enfrentando a la incertidumbre de su futuro en el contexto del desarrollo del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) para la Bogotá.
Actualmente, es muy importante para la Nación porque posee un alto valor histórico, artístico, arquitectónico y ambiental. Sin embargo, ha tenido que sufrir cambios traumáticos de cara al crecimiento de la ciudad. Fue declarado Monumento Nacional el 26 de septiembre de 1984. Ahora se enfrenta al deterioro de las bóvedas o columbarios que fueron desocupadas hace un par de años y tema del que nadie ha hablado hasta el momento.
A esto se le suma la generalizada tendencia de la sociedad de marginarse de estos espacios. Mirar la muerte sin temor hace parte de los grandes paradigmas de este siglo ya que las percepciones que de ella tenemos no nos acerca a la idea de hacerla consciente como algo natural. ¡La muerte es al siglo XXI, como el sexo fue al siglo XIX, un tema tabú! Con nostalgia los vecinos de la zona recuerdan la imagen de un cementerio más limpio y cuidado.
El abandono lo hace cada día un testimonio histórico agonizante ante la indiferencia. La invitación está extendida para que todos vuelvan a mirar con interés este espacio en el que seguramente podrán descubrir una parte valiosa de la memoria que debemos recordar. ¡Visite el Cementerio Central!
No hay comentarios:
Publicar un comentario